NO SE DEBE OLVIDAR NUNCA QUE EL CLIENTE PAGA
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En la base de la pirámide futbolística, en cuya cumbre se encuentra la FIFA en calidad de órgano rector mundial, frecuentemente se dice que están los clubes y sus equipos; por encima de ellos, las asociaciones nacionales y las confederaciones. Sin embargo, la base es mucho más amplia y está constituida por el enorme ejército pacífico de los seguidores del fútbol, quienes compran puntualmente sus entradas semana tras semana en los terrenos de juego de sus pueblitos o en el estadio de su ciudad y cuyo apetito por el juego incita a los canales de televisión a pagar sumas colosales y a convencer a los patrocinadores de que ésta es la forma más efectiva para alcanzar a un público sin igual. Estas son las personas cuyas finanzas mantienen vivo el fútbol: los hinchas.

Los extravangantes aficionados sudamericanos, las estrambóticas pinturas corporales y los tambores rítmicos de las multitudes africanas, las canciones orquestradas y los cánticos pulidos de los europeos, los chillidos adolescentes y los respetuosos aplausos de los asiáticos ... la variedad es la sal de la vida del hincha futbolístico.

Todos ellos se reunieron en el crisol de la Copa Mundial 1994 y contribuyeron enormemente al magnífico espectáculo. El aficionado norteamericano, condenado anticipadamente por pseudo-expertos como incapaz de reconocer las finezas del juego, resultó ser el protagonista de la obra con sus ganas de gozar la magia del momento sin inhibición ni complejos. Sus difamadores han podido aprender mucho, pues el hincha norteamericano demostró cuán espectacular es un arte propiamente dicho: la habilidad de admirar y aplaudir sin envidia ni crítica quisquillosa.

No obstante, los eventos de gran envergadura han demostrado asimismo que el aficionado no está dispuesto a que se le dé por sobreentendido. Es natural que su lealtad se limite a su propio equipo y que los partidos que enfrentan a escuadras de otros países no tienen la misma atracción. La escasa concurrencia en ciertos eventos ha demostrado claramente que el entusiasmo de los hinchas no debe ser explotado por precios de entrada exorbitantes. A menudo, los organizadores se percataron de la verdadera aportación del hincha recién cuando no aparecía debido a los precios exagerados. Si queremos que nuestros estadios continúen retumbando al entusiasmante son de los dedicados hinchas, entonces tendremos que asegurarnos de que el precio de la entrada esté al alcance de sus posibilidades.


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