NUEVOS FACTORES EN UNA ECUACIÓN ESCURRIDIZA

Se ha reconocido hace mucho tiempo que el fútbol y la televisión están hechos el uno para el otro, y a veces se tiene la impresión de que el formato del rectángulo verde ha determinado las proporciones de la pantalla en la que se lo mira con cada vez mayor frecuencia.

Televisión Cada vez mayor frecuencia... ¿frecuencia exagerada? El asunto polémico de una saciedad de fútbol televisado no halló una solución definitiva en los pasados dos años. Por el contrario, el debate es más caluroso que nunca, ya que el balance perfecto continúa siendo escurridizo. Quizás no se encuentre nunca el equilibrio perfecto, o al menos no se lo respetará completamente, ya que el crecimiento dinámico que continúan registrando el fútbol y la televisión aporta siempre nuevos factores a esta ecuación.

El embalaje televisivo del "producto" fútbol (una expresión que el deporte acepta solamente con desgana) es cada vez más atractivo, gracias a la introducción de nuevas técnicas que captan la belleza de nuestro deporte con pasmosas imágenes, principalmente en cámara lenta y con una increíble selección de diferentes ángulos. Los productores de televisión se dan cuenta de que deben mostrar el juego en todo su esplendor a fin de atraer nuevos televidentes - un acercamiento que el fútbol no considera adverso, ya que muchos de estos entusiastas de "salón" se desplazan subsecuentemente a los estadios para ver las acciones de primera mano, tal cual se ha probado nuevamente en los pasados años.

Esta cuestión de oferta y demanda de fútbol en la pantalla pequeña ha adquirido un nuevo significado con el auge de la televisión por satélite, que ofrece imágenes de partidos de copa y de ligas renombradas, en directo y en diferido, más allá de las fronteras del país o del continente donde se juega el partido en cuestión. El problema propiamente dicho no es nuevo, pero ha alcanzado en el entretiempo dimensiones geográficas sin precedentes. Los televidentes de países futbolísticos pequeños se sienten insatisfechos con sus partidos locales cuando pueden ver en casa a los grandes equipos de Europa o Sudamérica, y las autoridades deportivas en esas asociaciones pequeñas tienen problemas para convencer a las emisoras nacionales para que cubran las acciones locales. La situación adquiere incluso cierta perversidad: mientras que los derechos de TV se venden por sumas exorbitantes en la cúspide de la pirámide del fútbol en Europa, los pequeños países, lejos de poder capitalizar el impacto de la popularidad que tiene el deporte televisado, están a menudo obligados a pagar a sus redes nacionales para cubrir las acciones locales, que se ofrecen a un público que ha aprendido recientemente a discernir gracias a la variedad de encuentros disponibles.

De cara al auge de los emolumentos provenientes de los derechos de TV, la FIFA insiste en su política de optimizar en vez de maximizar: la Copa Mundial -una propiedad de incomparable valor comercial- deberá seguir siendo el buque insignia del fútbol mundial y accesible al mayor número de telespectadores posible. Por consiguiente, se debería seguir dando preferencia a las emisoras terrestres, aún cuando se ofrezcan ingresos superiores a cambio de una transmisión controlada mediante sistemas de televisión en los que se paga por la imagen recibida u otros tipos de servicios codificados. El fútbol y la Copa Mundial continuarán siendo el deporte del pueblo.

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