Con una afiliación total de aproximadamente 200 miembros en la FIFA -de 151 hace unos 12 años atrás- la coordinación eficiente se ha convertido en una tarea considerablemente dificultosa. Varios de los nuevos miembros son naciones pequeñas que disponen de modestos recursos materiales y humanos. Sin embargo, lo que todos tienen en común es una fuerte determinación de pertenecer a la familia internacional del fútbol. Para ayudarles en esta empresa, el Presidente de la FIFA se encargó personalmente de que cada asociación nacional dispusiera de un aparato de fax, puesto que en el mundo moderno es indispensable una rápida y fiable comunicación en ambas direcciones.

Por consiguiente, fue primero por fax y, luego por correo, que un número récord de 174 equipos nacionales(incluyendo al poseedor de la copa Brasil y al anfitrión Francia) sometiera sus inscripciones para la Copa Mundial 1998. Esta cifra asombrosa pulverizó la antigua plusmarca de 144 participantes registrada en 1994 y demostró, una vez más, la voluntad de hierro que incluso las naciones más pequeñas demuestran al insistir en sus derechos de miembro y competir a nivel mundial por el premio más codiciado en el fútbol.

Por más que este auge en la afiliación a la FIFA sea un hecho agradable (aunque se debe señalar que la FIFA no está interesada en elevar las cifras por meros fines de prestigio), la familia del fútbol debe tener cuidado de que no se abra una brecha económica entre los países más grandes y los más pequeños. Los Estatutos de la FIFA asignan claramente un voto para cada asociación, independientemente de su tamaño y de cualquier otra consideración. Las asociaciones acaudaladas deberán estar dispuestas a ayudar a sus compañeras menos adineradas de otros continentes -tal cual lo están haciendo ya muchas de las asociaciones mayores.