Dos años antes del primer Campeonato Mundial de 1930, en el reglamento de la competición se estipuló que el ganador obtendría como distinción una obra de arte. El trofeo, creado por el escultor francés Abel Lafleur, fue fabricado en oro puro y el zócalo fue engarzado con piedras preciosas.
La estatua - una diosa de la victoria que eleva al cielo un cáliz octogonal - tiene una historia muy movida. El vicepresidente italiano de la FIFA, Dr. Ottorino Barassi, escondió la copa en una caja de zapatos debajo de su cama durante la Segunda Guerra Mundial para que no cayera en manos de las tropas de ocupación.
En 1966, la estatua fue robada en una exposición poco antes del Campeonato Mundial en Inglaterra. Fue hallada enterrada debajo de un árbol por un perrito llamado "Pickles". En 1983, la copa fue robada de nuevo y fundida, posiblemente, por los ladrones. La Federación Brasileña, que obtuvo el trofeo definitivamente tras haberlo ganado tres veces, mandó hacer una réplica.