Cuando el Presidente de la FIFA João Havelange asumió su mandato en 1974, una de sus prioridades era el establecimiento del fútbol juvenil sobre una base mundial más amplia. En el correr de tres años, se introdujo un torneo de la FIFA para jugadores menores de 19 años, celebrado por primera vez en Túnez en 1977. Con el generoso apoyo de la compañía Coca-Cola, la competición fue elevada en 1981 a un Campeonato Mundial de Juveniles y, en los siguientes años, se convirtió en una cantera de talentos excepcionales como Marco Van Basten, Diego Maradona, Dunga o Bebeto.
Este Mundial Juvenil granjeó la fascinación tanto de los espectadores como de los expertos, ya que ofrece a los jóvenes astros la posibilidad de lucirse en un escenario mundial, arena en donde ya en una fase temprana de su desarrollo, la espontaneidad y las habilidades innatas no están aún expuestas totalmente a las presiones tácticas.
Las competiciones juveniles de la FIFA tienen además otro atractivo especial: todos los continentes pueden participar como organizadores, puesto que un Mundial de esta categoría está al alcance de numerosos países desde el punto de vista logístico y de infraestructura. Asimismo, estas competiciones finales son verdaderos escaparates del fútbol mundial, ya que se consideran a todas las confederaciones en la distribución de los lugares finalistas.