EL TRIUNFO DEFINITIVO
Dirigió con gran seguridad la final de las mujeres: Bente Skogvang de Noruega.
FOTO: BRETT WHITESELL
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EL MUNDO DE LAS ARBITRAS
POR MICHEL VAUTROT
Árbitro activo de la FIFA hasta 1990.
Hoy forma parte de la Comisión de Árbitros de la FIFA.
Martes 1º de agosto de 1996 – un momento emocionante para todos aquellos que –lejos de todo discurso hipócrita y demagógico– militaban en favor de abrir las puertas a nuestras compañeras árbitras.
Quizás orlaron algunas lágrimas perdidas unos cuantos semblantes cuando Bente Skogvang (Noruega), María Rodríguez (México), Nelly Viennot (Francia) y Sonia Denoncourt (Canadá) entraron modestas, pero con gran determinación en sus pasos, en el terreno de juego del imponente estadio de la universidad de Georgia (Athens), abarrotado con casi 80,000 espectadores para presenciar la primera final del Torneo Olímpico de Fútbol femenino entre EEUU y China.
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¿Quién hubiera creído hace unos pocos años atrás que un evento de tal envergadura fuera a escapar de las manos viriles del arbitraje masculino? En "El casamiento de Fígaro", Beaumarchais –quien no pensaba ciertamente en las árbitras– dijo: "La mujer más aventurera siente una voz dentro de sí que le dice: sé bella si puedes, sé sabia si quieres, pero sé respetada a toda costa".
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Hoy día se puede afirmar que, tras haber recorrido un sendero muy penoso para llegar a la cumbre, las damas con el silbato y el banderín son respetadas en el mundo del fútbol en general y en el arbitraje en particular. Por más que su logro histórico no figure frecuentemente en las páginas de los periódicos (¿tienen que cometer errores para que esto sea el caso?), los recientes Juegos Olímpicos quedarán siempre en la memoria como los primeros dirigidos por árbitras, incluyendo el torneo masculino.
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El querido barón Pierre de Coubertin tiene que haberse dado vuelta en su tumba, ya que fue siempre un claro adversario de la participación femenina: "una olimpíada femenina no sería práctica, ni interesante, ni estética, ni correcta". El Papa Pío XII opinaba lo mismo en cuanto a la participación femenina en el deporte.
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Debemos agradecer a estas embajadoras, cuya motivación, concentración y actuación confirmaron la decisión de los responsables que tuvieron la valentía de permitir que las mujeres arbitraran, rompiendo así un tabú de más de 100 años y otorgando a las mujeres su reconocimiento.
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Si la presencia de las mujeres en los encuentros de su propio sexo es todavía tolerable para un grupo relativamente chovinista, la designación de árbitras asistentas para el torneo olímpico masculino (2º en la categoría de importancia de las competiciones de la FIFA, después de la Copa Mundial) fue considerada algo irresponsable, incluso provocador.
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Sin embargo, en los anales del fútbol quedará registrado que las prestaciones de María Rodríguez (en el partido España-Francia), Gitte Holm (EEUU-Túnez), Nelly Viennot (Japón-Nigeria) e Ingrid Jonsson (cuarta árbitra de Argentina-Túnez) no dieron ni más ni menos lugar a discusiones que las de sus compañeros masculinos, considerados los "fuertes".
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El mayor cumplido que se les puede hacer por sus actuaciones es repetir las observaciones de sus compañeros masculinos de que a los pocos minutos de comenzados los encuentros, se habían olvidado ya de que se trataba de árbitros asistentes femeninos. Esto, por cierto, no significa que fueron consideradas un grupo muy poco femenino; que si es por eso, sus cualidades femeninas son más que elocuentes.
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Es natural que la presencia de las mujeres en categorías tan altas donde desempeñan una función con exigencias físicas y mentales tan grandes –y a veces ingrata y agotadora–, no revolucionará el mundo del arbitraje, ni resolverá sus problemas. Se necesitará aún mucha adaptación mental.
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Ni será tampoco mañana que una mujer vaya a dirigir una competición final de la Copa Mundial por razones "constitucionales", fisiológicas y/o morfológicas. Pero ellas tampoco están reivindicando esto.
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Ellas conocen tanto sus límites como su potencial y no quieren que se les considere meramente "accesorios" – como ninguna mujer lo desea.
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Las candidaturas se multiplican y no se limitan ya a los sectores locales y regionales. Las pioneras que fueron consideradas visionarias o dementes, como es frecuentemente el caso cuando se sacuden las tradiciones, estarán saboreando en la actualidad su operación exitosa. No se las enviará de retorno a sus sartenes y cacerolas en la cocina o a sus tejidos de punto, sino que se les respeta por su fuerza de carácter.
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Cada vez más mujeres participan en campeonatos nacionales aficionados (con el silbato) o profesionales (en las bandas). Por primera vez en las eliminatorias del Campeonato Europeo Femenino se designaron árbitras para dirigir los partidos. Lo que antes era excepción, es ahora regla.
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¿Y quién se queja? A pesar de todos los presagios de ruina y perdición, las mujeres son aceptadas, reconocidas y respetadas. Y no es solamente por sus actuaciones, sino también por su entusiasmo que debemos alegrarnos: hermanas, esposas y madres son consideradas ahora y en el futuro como un aspecto positivo de nuestra causa y no como meras copias de sus hermanos, maridos o padres.
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Para concluir y para reafirmar la credibilidad de su presencia, recordemos lo siguiente: aquellas que están en el terreno de juego para arbitrar según su leal saber y entender, se encuentran allí por sus cualidades humanas y deportivas, y no por el solo hecho de ser mujeres.
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