Hasta la fecha, el fútbol y la sicología se han contemplado siempre con prejuicio y cierta arrogancia, lo cual condujo a que no se llegara a una colaboración verdaderamente fructífera. En el fútbol, la "sicología" se ha estancado, en gran parte, como mero sinónimo de un pensar positivo, por más que este concepto sea puesto de relieve bajo todas las circunstancias posibles. Por otra parte, la sicología debería tratar de entenderse con aquellos expertos futbolísticos que están convencidos de que el sicólogo será muy pronto parte integrante del ámbito profesional de un club de fútbol. POR: PETER GYR a confianza en sí mismo es la primera piedra del éxito de todo jugador, entrenador y de todo el equipo. Las victorias conducen a la alegría desbordante, las derrotas al desmoronamiento síquico. Esta simple trivialidad, detrás de la cual se ocultan varios procesos y acontecimientos síquicos, es el factor decisivo que determina el éxito o el fracaso. Poco tacto por parte de los entrenadores En el mundo contemporáneo se parte de la idea de que es deber del entrenador o del asistente correspondiente dirigir a los jugadores de tal manera que puedan desplegar óptimamente sus fuerzas síquicas durante los 90 minutos del partido. No obstante, la experiencia nos muestra que pese al gran afán y a los enormes esfuerzos, esta idea generalmente no da resultados positivos. Pero ¿cuántos entrenadores disponen de la capacidad y el conocimiento necesarios para preparar óptimamente a un jugador desde el punto de vista síquico, para despertar y desarrollar su potencial síquico? Son, por cierto, muy pocos. Se les reconoce frecuentemente a través de los sorprendentes rendimientos de escuadras que, en realidad, no disponen de un gran potencial de juego y que militan en la gran masa de equipos mediocres. Por lo general, los entrenadores fracasan debido a su incapacidad e ignorancia sicológicas en el trato consigo mismos y también con los jugadores. De manera que se impone una apertura innovadora, particularmente en el caso de los fracasos que vienen generalmente acompañados de un caos síquico y una desorganización total de los jugadores. Si los organismos responsables desean explotar al máximo el potencial mental del equipo, deberán reconocer, ante todo, dónde finalizan sus propias facultades sicológicas, dónde comienza la ignorancia y dónde habrá que acudir al conocimiento técnico profesional para superar los problemas síquicos aparentemente insuperables del equipo. El conocimiento profesional comienza ya con la contratación de nuevos jugadores y del nuevo entrenador. Cada año se invierten sumas exorbinantes en jugadores que a la postre resultan ser inversiones totalmente desacertadas. Muy a menudo, la compra de jugadores se asemeja a una lotería - no en vano se habla de un "lance de fortuna" o de un "golpe o caso fortuito". ¿Cómo es posible que los expertos futbolísticos más ilustres y renombrados se sigan equivocando constantemente en este sector? La sicología de las nuevas contrataciones
Tarde o temprano, la verdad saldrá a la luz: la psique del jugador estará siempre presente, tanto en situaciones positivas como en negativas, dentro y fuera del terreno de juego. Los jugadores y los entrenadores no son sólo susceptibles a lesiones físicas; lo imperceptible, es decir, lo que los expertos de fútbol no perciben -la psique del jugador- puede tener también consecuencias fatales. No es nada inusitado que se cometan errores garrafales en su evaluación. El carácter y la habilidad son dos cuestiones diferentes - una verdad de Perogrullo que se suele olvidar a menudo también en el fútbol. Si se ignora esta verdad, aparecerán sorpresas desagradables. Es una ilusión fatal creer que el jugador no debe hacer otra cosa que jugar al fútbol. El carácter y la personalidad existentes o no existentes del futbolista influyen continuamente en las acciones y son, por consiguiente, mucho más que una simple "cantidad insignificante". Si el futbolista no responde a las expectativas, se tendrá que aceptar que la compra tan loable resultó ser un fracaso. El carácter de todo jugador consiste de impresiones, constantes y variables. Y estas características se expresan tanto en las relaciones en la vida privada como en las relaciones con compañeros y entrenadores y - en definitiva - en el juego propiamente dicho. Existen jugadores que son individualistas y detestan la armonía y la cercanía de sus compañeros de equipo. No buscan ningún tipo de relaciones y lo único que quieren es jugar al fútbol. Rinden al máximo justamente en un ámbito exento de relaciones y claramente rechazador. Otros rinden al máximo solamente si existe un ambiente agradable y si obtienen un tratamiento y atención paternal de parte del entrenador. Para estos jugadores, es indispensable una relación positiva para poder rendir bien. Son sensibles a todo repudio y tensiones en el equipo. Si hallan las condiciones que desean, pueden transformarse en el "alma" del equipo. El sicólogo experimentado reconoce estos dos tipos de jugadores y sabe cómo tratarlos. ¿Con cuál de ellos trabaja mejor el entrenador? ¿A qué tipo pertenecen sus jugadores problemáticos y a qué tipo pertenece él mismo? Un entendido en la materia tiene mayores conocimientos y puede reconocer con anticipación, examinar y solucionar estas dificultades. Y, además, ofrece la seguridad necesaria para el factor de alto riesgo que es la "psique" del jugador. Si se contratan jugadores extranjeros de culturas diferentes (por ejemplo africanos en Europa, europeos en Japón, sudamericanos en la zona arábica, etc.), entonces habrá que considerar sus antecedentes sociales, su origen extranjero y su historia. Estos jugadores no son simplemente "meros" futbolistas en una ciudad y un ámbito que no corresponden en absoluto a su experiencia del mundo. No se sentirán nunca bien y no rendirán como deben si no hallan la comprensión necesaria. Secuelas de gravedad Varios jugadores nuevos fracasan porque no se han atendido los factores síquicos. Además del daño financiero ocasionado por la inversión errónea, surgen otras secuelas de gravedad que tienen influencia en el éxito o el fracaso. Es así que dentro del equipo se llega a manifestar la intranquilidad, la hostilidad, el nerviosismo y la tensión negativa. Se trastorna y se pierde la credibilidad y la confianza en los responsables y la evolución del equipo sufre un revés. Se pierde mucha energía y tiempo para una edificación positiva y los adversarios han obtenido, en el entretiempo, posiblemente una ventaja casi imposible de remontar. La sicología de la edificación del equipo
Posibilidades para los segundones En este sector residen las ventajas de los pequeños que son capaces de solucionar mejor los problemas casi insolubles de los grandes clubes. Los intereses creados y las relaciones dominadas por el dinero no cuajan con el ámbito de la psiquis. En resumen, se puede afirmar que tanto para el concepto tecnócrata como el sicológico en relación con el fútbol vale lo mismo: si la psiquis del equipo se halla trastornada y la relación entre los jugadores perturbada, entonces no se podrá aspirar a un resultado positivo. En un equipo en buena forma, el juego y la psique armonizan. En caso contrario, mediará una enorme discrepancia entre lo que el entrenador desea que suceda en el terreno de juego y aquello que ocurre realmente. El trabajo del sicólogo en el fútbol moderno comienza en la sutura en el vínculo entre el juego y la pisque. Para ello, habrá que precaverse desde un comienzo de un error muy expandido: la psique no puede ser obligada ni manipulada. Eso sí, podemos cooperar con ella, hecho que es la primera y única condición para activarla y ponerla en práctica. El primer paso en el desarrollo de un equipo es configurar una imagen de valor informativo de la psiquis de cada jugador. Se tratará de evaluar en forma realista el potencial síquico de cada jugador, es decir, sin atribuirle demasiado valor, ni subestimarlo demasiado. Esta imagen del carácter y de la personalidad nos dirá dónde se encuentran los recursos síquicos, así como las debilidades e insuficiencias del jugador. El segundo paso será la labor de relación colectiva, la cual vincula las psiquis de todos los jugadores entre sí. Esta reticulación exige un profundo conocimiento sicológico, habilidad y tacto. Cada uno de los jugadores dispone de un paisaje síquico diferente, con sus respectivos altibajos, jugosos campos y profundos abismos. Será competencia del sicólogo amalgamar estos diferentes paisajes en una geografía uniforme y encarar toda clase de incompatibilidades. Un entrenador solo no estará nunca en condición de resolver esta tarea, ya que no dispone del conocimiento y la experiencia sicológicos necesarios y, además, se halla en el centro de los acontecimientos, es decir, en la "olla de presión" llamada fútbol. El tercer punto es el más importante y el más prometedor para el futuro: los jugadores tienen que ser educados para asumir una responsabilidad común que lleve a su equipo al éxito. Dicho de otra forma: los goles y las victorias no se consiguen solamente en el terreno de juego, sino igualmente en el desarrollo sicológico del equipo. Los vacíos en la defensa deben cerrarse tanto en el partido mismo como en el sector mental. Mediante un acompañamiento activo de los jugadores se conseguirá reforzar el sentimiento de relación de los futbolistas tanto en el terreno como fuera del mismo. Estarán en condición de reflexionar y reaccionar, dos aspectos que, en definitiva, son las primeras condiciones para un desarrollo. Estas eran justamente las características por las que destacaron las antiguas personalidades del fútbol. Aquellos caracteres que no buscaban sus propias ventajas egoístas, sino que permanecían en el puente de mando y señalaban la dirección.
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