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El renacimiento del futbol uruguayo lleva el sello de Víctor Púa

Uruguay tuvo escasas oportunidades de festejar a su selección nacional desde la conquista de la Copa América en 1995. Sin embargo, la eliminación en la clasificación para el Mundial 1998 marcó un cambio de dirección: el equipo sub-20 ganó las medallas de plata en Malaisia, y la nueva y juvenil selección nacional "A" llegó hasta la semifinal de la Copa FIFA/Confederaciones. En ambas ocasiones el director de estos triunfos fue Víctor Púa.

Victor Púa

Born: 31.3.1956 in Paso (Uruguay)
Career as a player: 1970-1974 Liverpool F.C. (Uruguay)
1975 Colón F.C.
1976-1977 C.A. Bella Vista
1978-1981 C. A. Defensor
1982 Olimpia (Paraguay)
1983 C. A. Defensor
1984 Rampla Juniors F.C.
1985 C. A. River Plate
1986 C. A. Bella Vista
1987 Mandiyú (Argentina)
1988 Sportivo Italiano
1989 C.S. Cerrito
Career as a coach: 1990-1993 C. A. River Plate
1994- Asociación Uruguaya de Fútbol (national youth teams)
12/97 Interim coach of Uruguay's senior national team for the FIFA/Confederations Cup
POR: JORGE SAVIA
es el jefe de deportes del diario El País en Montevideo.

En Uruguay –y no necesariamen- te el futbolístico, únicamente– la pregunta de las últimos tiempos es "¿qué tiene Púa?" para hacer que las selecciones celestes –como la Sub 20 de Malaisia y esa otra juvenil que compitió en la Copa FIFA/Confederaciones recientemente – obtengan resultados positivos – o decorosos, al menos – y encima, o más allá de eso, practiquen un fútbol atildado, de buen trato de pelota, que no ha sido patrimonio de los conjuntos uruguayos, precisamente, a lo largo de gran parte de una historia que, pese a ello, es indudable que ha estado cargada de éxitos.

Sueño de glorias pasadas

No hay ningún secreto. Aunque Víctor Púa, nacido hace casi 42 años en la ciudad de Paso de los Toros, ubicada en el centro del territorio nacional, en el departamento de Tacuarembó, no lo ande ventilando a los cuatro vientos –porque mantiene un perfil bajo, como se suele decir habitualmente – la explicación del fenómeno al que está engrapada buena parte de la esperanza de la gente, que siempre sueña con volver a ver a Uruguay en las cúspides universales a las que trepó –y donde se mantuvo desde mediados de la década de los años 20 hasta promediar los 50–, está compuesta por una multiplicidad de factores que dejan de ser complejos en la medida que los equipos de Púa juegan, justamente, como le gusta a la gente. Esto es: como dice siempre el entrenador que saltó a la fama mayor cuando Uruguay conquistó el vicecampeonato mundial de Malaisia en categoría sub-20, dando lugar así a una manifestación de júbilo popular que el país no veía desde el festejo posterior a la final del Mundial de 1950, "la clave está en la elección de los jugadores", lo que a su vez lo ha llevado a enfatizar que "esa es la madre de todas las equivocaciones", porque Púa sostiene que "hay que citar los futbolistas que se adecúan a la idea que uno tiene y no a los que tal vez son los mejores en cada puesto para después hacerlos cumplir una función distinta a la que cumplen normalmente".


FOTO : El PAÍS

       Como reza un dicho popular rioplatense, para este técnico que fue a la Copa de las Confederaciones en Arabia Saudita dirigiendo interinamente una selección mayor compuesta en su mayoría por juveniles, "lo primero es... lo primero". El jugador, por supuesto. Y ahí, en torno a esa base, está la otra parte de la razón de su innegable suceso: Púa ha trabajado en las raíces mismas de lo que ha sido característico en el futbolista uruguayo últimamente. Concretamente: en el físico y en la mente. Lo primero, apoyado por la tarea del Prof. Jorge Franco, apunta a que el futbolista uruguayo se acostumbre a jugar con un ritmo, una dinámica y hasta una asiduidad que no tiene la competencia interna –los torneos de divisiones juveniles en Uruguay se disputan de marzo a octubre y en el resto del año los jugadores permanecen alejados del control de las instituciones a las que pertenecen, alimentándose y cuidándose en muchos casos de una forma que no es la más conveniente– y, lo segundo, procura que los jóvenes enriquezcan su vida personal y profesional con algo más que la simple expectativa –y por qué no, meta– de obtener cuanto antes una posición económica que en Uruguay sólo es posible con una transferencia al extranjero.


Kuala Lumpur o Riad: los futbolistas uruguayos festejan de nuevo.
FOTO: Temps Sports/Ch. Liewig

El atractivo del Fútbol

A los ojos de los aficionados, la gran apuesta de Púa ha sido la de querer –y lograr– que los equipos uruguayos dejaran de practicar un fútbol defensivo, especulativo, basado casi exclusivamente en la fuerza, para jugar de una forma y con una personalidad que no fue para nada ajena a los más ilustres y ya lejanos antepasados que posee el fútbol celeste. Pero más allá de eso, que es absolutamente cierto, como que sus selecciones han utilizado en el mediocampo a un solo volante de contención y dos o tres de creación por delante de ese otro que también suele participar en el armado de juego, hay otros aspectos que están también emparentados con esa resurrección futbolística de los uruguayos que se produce con la aparición de juveniles de la talla de Nicolás Olivera, Pablo García y Marcelo Zalayeta, y casi mágicamente en forma poco menos que inmediata a la conclusión de la participación celeste en una eliminatoria que dejó a Uruguay sin la posibilidad de participar en el Mundial que se disputará en Francia dentro de cuatro meses. Por ejemplo: la disciplina y el sacrificio en las normas de trabajo de Púa no son una materia pendiente. Suele contarse al respecto que antes del debut en Malaisia, el técnico prohibió que los jugadores utilizaran el aire acondicionado de las habitaciones del hotel, para que de esa forma se habituaran al intenso calor reinante en el país asiático al que habían llegado procedentes de un clima en el que reinaba la crudeza del invierno. De la misma forma que durante todo el transcurso del Mundial Sub 20 fue Uruguay el único equipo que no almorzó y cenó ciñéndose al buffet del hotel en el que se alojaban las delegaciones, sino que lo hizo siguiendo un austero menú ordenado por el médico.

Simple psicología


No se trata de un mago,sino de un entrenador muy astuto.
FOTOS: GNN/Stanley Chou

Es que Púa no se cansa de repetir –a sus futbolistas y a todo aquel que quiera oír su prédica– que el fútbol es un juego. Y en base a eso elige jugadores que posean buena técnica y también la personalidad de la que el fútbol uruguayo parece haber carecido en los últimos tiempos. Pero, además, es simple y práctico en su docencia. Por eso, suele confesar que es un técnico que prefiere dar charlas tácticas cortas, preferentemente encima del compromiso que el equipo tiene a su frente, y también que en los entretiempos sólo habla cinco minutos y para referirse "a lo chico, porque lo grande, lo que es de fondo, se trabajó toda una semana y sin embargo se hace diferente, si no se hizo bien con toda esa tarea previa, no lo voy a arreglar yo con cuatro o cinco palabras en ese momento. Al revés, capaz que les hago un entrevero más grande y al final es tremendo..." . Y aunque no lo cuente, es el mismo técnico que una vez, estando con la selección juvenil en el aeropuerto y al ver una vieja gloria del fútbol celeste, les dijo a sus futbolistas con el tono propio de un abuelo: "¿Vieron quién es ese? Habrán visto que no luce la mejor ropa... sin embargo, ese tiene algo que no tiene ninguno de los muchachos que han hecho mucha plata jugando en el extranjero: ¡es un campeón del mundo! ¿entienden?".

       Víctor Púa no es ningún mago. Sí, acaso, aparte de ser técnico, tiene algo de maestro. Como los que la gente ha conocido en las escuelas, Por eso el pueblo cree. Él es uno de ellos. No hay más secreto que ese.

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