ESCUPIENDO EN EL TERRENO DE JUEGO

¿MÁS QUE UNA MERA COSTUMBRE REPUGNANTE?

POR: DR. RUDY GITTENS
(Canadá) es miembro de la Comisión de Medicina Deportiva de la FIFA.

Los pájaros lo hacen, las abejas lo hacen, las víboras, zorrillos, llamas e incluso los peces lo hacen - al igual que los futbolistas: todos escupen. Pero todos por diferentes razones: por defensa propia, en busca de comida, como señal de hostilidad, agresión o disgusto.


Copa Mundial de 1990 en Italia: Frank Rijkaard (Holanda) escupe al alemán Rudi Völler (derecha).
Foto: Allsport

Escupir se define científicamente como la expulsión contundente voluntaria o involuntaria de líquido, de contenido semisólido y/o sólido de la cavidad bucal. Otros lo llaman simplemente una costumbre repugnante. Los futbolistas escupen mucho - o, al menos, algunos de ellos. ¿Es acaso un fenómeno reciente? En caso negativo, ¿desde cuándo existe? ¿Y por qué? ¿Qué diferencia hay entre escupir a alguien, escupir sobre algo o salivar? ¿Expresan estas acciones diferentes estados mentales del escupidor? ¿Qué se logra escupiendo? ¿Es peligroso para la salud del escupidor o de la persona a quien se escupe? Aparte de que los árbitros deberían sancionar a los escupidores, ¿deberían los entrenadores oponerse a que los jugadores lo hagan? ¿Deberían las cámaras de TV y los fotógrafos ignorar a los jugadores que escupen?

Preguntas a granel; algunas quizás algo desagradables, pero, no obstante, justificadas.

Ofensa pública

Salivar es una reacción natural. Los niños salivan cuando rechazan el sabor, textura, olor o temperatura de una comida con la intención de eliminar o evitar tomar el material que simplemente no desean. Por otra parte, escupir a alguien o sobre algo denota generalmente una conducta agresiva de un individuo hacia el otro, enviando así un mensaje de desacuerdo, disgusto, rabia u hostilidad.

El escupir fertiliza

El que escupe en las calles de Singapúr tiene que contar con una suculenta multa. En Europa, sin embargo, escupir sobre un dado, dinero o heridas trae frecuentemente fortuna y salud. Incluso Jesús escupió una vez "sobre la tierra, hizo barro" y curó así a un ciego, dándole luego el sabio consejo "Ve al estanque Siloah y lávate". La expectoración pública de humores se considera impura, incluso nauseabunda, estando mal vista en todos los manuales y libros de etiqueta. Tómese como ejemplo el insulto "mocoso".

Es así que con el progreso de la civilización, las escupideras desaparecieron de nuestra vida cotidiana. Sin embargo, en las canchas de fútbol -tal cual se vio claramente en el último Campeonato Europeo- se sigue escupiendo a todo escape y a diestra y siniestra.

El sicólogo deportivo Dr. Heinz-Georg Rupp interpreta este fenómeno como un acto simbólico de liberación. Así como algunos jugadores patean el poste tras una oportunidad desperdiciada o se persignan tras una "estúpida infracción", el jugador que escupe quiere manifestar a todos que no está bloqueado, que tiene intenciones de mejorar su actuación y borrar la mala impresión. Mientras más escupa Klinsmann en las manos o en cualquier otra parte, tanto más habrá sido motivado por su entrenador, quien, por su parte, se suena la nariz y escupe elegantemente en un pañuelo. Naturalezas combativas como Paul Gascoigne no acuden a este tipo de evacuación de agresiones, mientras que otros, como Matthias Sammer, prefieren evacuar su agresión por uno de los orificios nasales, oprimiendo el otro con una mano, como observara en alguna oportunidad un investigador de escupitajos alemán.

Marcar territorio

¿Por qué escupen numerosos suplentes ya en el momento de entrar en el campo de juego? Es una ocupación simbólica de terreno virgen, esa especie de marcación del territorio propio mediante la expectoración de humores que conocemos de los perros. Según Rupp, el jugador piensa en el subsconciente (la nariz y la cabeza tienen que estar libres): "Aquí vengo yo y fertilizo el campo". El mensaje es que quiere fertilizar -mejorar- el juego. Esta fertilización artificial dura hasta que comete el primer error; luego escupe por otros motivos.

Un jugador que escupa tras haber sido expulsado del terreno de juego nos quiere decir como despedida: "No me voy del todo; queda algo de mí en la cancha. Espero que resbalen en ello".

Un instinto higiénico priva a los jugadores de escupir en el suelo en el fútbol sala o en el micrófono durante entrevistas. Sin embargo, en este último caso en vez de expectorar bacilos, escupen palabras fanfarronas.

Existe únicamente un tabú en el escupir: no se debe escupir al adversario; al menos no mientras mira el árbitro (recuérdese el caso Rijkaard). A propósito, el portero francés se apellida "Lama" (=llama), pero casi no escupe.

- Reproducido con la amable autorización de Martin Halter, Tages-Anzeiger, Zurich.

El material expectorado puede resultar copioso o de volumen reducido. Hasta cierto punto, el volumen esputado por el futbolista está determinado por el entorno externo, el estado de hidratación, su nivel de frustración, hostilidad o agresión.

En ciertos países del mundo existen leyes que prohiben escupir en público, con señales de advertencia en los lugares públicos. El infractor corre el riesgo de ser multado o incluso encarcelado. El escupir contamina, ensucia y posee un grave riesgo para la salud particularmente en la transmisión de enfermedades por intermedio de las gotitas.

Lo mismo vale para los terrenos de juego. La saliva dirigida hacia otra persona que da en el blanco constituye un grave riesgo para la salud, además de ser un acto extremadamente antisocial y agresivo.

Alivio de tensiones

En casos extremos, se podría incluso decir que la saliva contaminada en el terreno de juego puede constituir asimismo un peligro para la salud de jugadores con heridas abiertas, aunque la posibilidad de que un jugador contraiga una infección es demasiado remota como para tomarlo en serio.

La ingestión de ciertas comidas y sustancias puede estimular la producción de saliva, la cual o bien se traga o se escupe. Mascar chicle, un hábito muy común entre algunos jugadores pese al riesgo implicado, estimula claramente la producción de saliva.

Ansiedad, tensión, temor y hostilidad pueden asimismo estimular la producción de más saliva en la boca y el propio acto de escupir puede aliviar la tensión en el jugador ajetreado. Pero puede también convertirse en un hábito, en una reacción automática que no cumple más el motivo original.

Durante un partido de fútbol u otra actividad deportiva, cuando los jugadores respiran más por la boca, ésta se seca, principalmente cuando las condiciones climáticas no son adecuadas. En tal caso, pueden aliviar la incomodidad de una boca seca empleando sustancias que aumentan la producción y el flujo de saliva. El jugador deshidratado tendrá dificultades para producir mucha saliva, y la cantidad y calidad de la saliva se alterarán al punto de que le costará escupir o no hacerlo más. Si esto sucede, se recomienda a los jugadores abstenerse de escupir deliberadamente y conservar todo el líquido que puedan.

Durante los partidos, se observa cada vez más como las cámaras de TV enfocan directamente a los jugadores que escupen ya sea en el terreno de juego o en los bancos de reserva. Los objetivos que ven todo captan este incidente desagradable demasiado frecuentemente. Sin embargo, la frecuencia y repetición de estas imágenes, consideradas otrora como repugnantes, ha servido para reducir el aborrecimiento con el cual el público reaccionaba antes frente al escupir en público.

Modus operandi

Si el hábito ha aumentado, el mismo está más alejado de cualquier imitación y un relajamiento de las costumbres sociales que de una tendencia justificada por razones médicas. Sin duda alguna, los jugadores han escupido siempre en mayor o menor grado, pero es de suponer que actualmente es más obvio por la simple razón de que la televisión lo muestra todo.

Los jóvenes talentos ignoran cada vez más los efectos perjudiciales y negativos del escupir, a medida que imitan a sus ídolos. El escupir se ha convertido en una especie de modus operandi de los maestros del juego profesional y, por consiguiente, se ha transformado en una conducta relativamente aceptable.

Educación

Sin embargo, esto no está bien y es tiempo de detener esta epidemia. Es hora de que la comunidad médica y paramédica comiencen a educar a los jugadores y a los entrenadores, así como a los gerentes y al público sobre este hábito antisocial.

El árbitro deberá intervenir en casos de escupitaje de todo tipo y en cualquier momento y deberá sancionar al jugador infractor en virtud de la Regla XII, no solamente por motivos éticos, sino también por el peligro que implica para la salud. Una forma de controlar el problema es una educación adecuada a una edad temprana, en la cual se deberá enseñar a los niños que escupir por razones de seguridad e higiene no tiene nada de negativo si se hace en el lugar y el momento adecuados.

Quedará al criterio de cada uno descubrir los riesgos de escupir contra el viento...

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