EDITORIAL:
NEGOCIO NO ES SIEMPRE NEGOCIO

Joseph S. Blatter, General Secretary, FIFA Se estima que el fútbol y sus ramificaciones en todo el mundo generan una cifra de negocios aún más elevada que la de la mayoría de las empresas mundiales.

Esto suena extraordinario y como el cálculo proviene de expertos de economía, cuyo conocimiento en este asunto es superior al nuestro, no tenemos razones para ponerlo en tela de juicio. En vez de analizar la justificación de dicha afirmación, debemos más bien reflexionar sobre su significado.

Huelga decir que es preferible un estado financiero sano que una inestabilidad económica, pero podría resultar peligroso atribuir una indebida importancia al crecimiento económico del fútbol a expensas del bienestar del fútbol en un plano más amplio.

Al respecto, será muy importante mantener el equilibrio entre los equipos de clubes y las selecciones nacionales y no permitir que los primeros dominen a las últimas en algunos continentes, y tratar de mantener la armonía que ha sido la base del éxito del fútbol en el pasado.

Del mismo modo, tenemos que continuar resistiendo al apremio de medir el éxito de los torneos en términos pecuniarios en vez de deportivos. La satisfacción de ganar la Copa Mundial o un campeonato continental, como por ejemplo el EURO 96, o incluso cualquier otro torneo inferior en la jerarquía futbolística continúa siendo mucho más importante que la recompensa material.

Las ambiciones deportivas siguen siendo la motivación decisiva para engendrar campeones. La ausencia de premios pecuniarios propiamente dichos es un aspecto que diferencia al fútbol de muchos otros deportes profesionales de la actualidad.

Sin embargo, por más que procuremos conservar estos ideales, no debemos ignorar la realidad. En esta edición de FIFA Magazine echamos una mirada a la correlación entre el éxito en el terreno de juego y los patrimonios económicos de la comunidad de la que proviene el equipo, ya sea un club de una ciudad o la selección nacional de un país. No es que el fenómeno sea algo nuevo: ya en el siglo pasado, en Inglaterra del Norte, por ejemplo, el éxito del equipo de fútbol local era el único signo distintivo entre el gran número de pueblos anónimos emanentes de la Revolución Industrial.

El orgullo cívico y nacional no es un efecto secundario de la habilidad deportiva. Los logros deportivos -tomando el fútbol de nuevo como ejemplo- son enormemente efectivos para unir comunidades en una identificación mutua. Es un fenómeno positivo extraordinario.

La pequeña ciudad francesa de Auxerre constituye un ejemplo típico. Tras ganar el campeonato nacional por primera vez después de intentar innumerables veces, además de alzarse con el título de ganador de copa, el equipo dirigido durante tres décadas por el legendario entrenador Guy Roux puso a su ciudad en el mapa geográfico. Guy Roux, quien figura también en esta edición, es un monumento viviente en Auxerre y los alrededores de la región de Borgoña, lo cual ilustra una vez más la importancia que tiene el fútbol en la comunidad.

Recientemente hemos condecorado a varios de estos servidores del fútbol por su contribución al bienestar de nuestro deporte con la Orden al Mérito de la FIFA en el Congreso de la Federación, como se podrá leer en las próximas páginas.

El hecho de que la lista incluya personalidades del mundo económico e incluso de la política refleja la realidad arriba mencionada - aunque las personas en cuestión obtuvieron el renocimiento por su adherencia personal al fútbol. Ellos serían los primeros en reconocer que su propia contribución en el desarrollo del fútbol es solamente un aspecto secundario en comparación con la de los jugadores, entrenadores y árbitros.

Sin duda alguna, el fútbol aprecia beneficiarse del apoyo generoso de los capitanes de la industria. Pero ni ellos, ni nosotros en el fútbol, debemos confundir la diferencia.


Joseph S. Blatter, Secretario General

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