RIO NO ES SOLO COPACABANA E IPANEMA

MARACANA - EL NOMBRE
MISMO HACE
SOÑAR

Brasil tiene el mayor número de estadios grandes en todo el mundo. Sin embargo, la joya más valiosa de esta increíble colección es, indudablemente, el Maracaná de Río de Janeiro.

TEATROS DE ENSUEÑO

Cada estadio tiene su propia historia y su propio ambiente especial. En nuestra quinta serie presentamos la arena más grande y más famosa del mundo, el estadio Maracaná en Rio de Janeiro.

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Febrero 96: Azteca Stadium, Mexico City
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POR SIMON INGLIS

Maracaná! Al igual que Copacabana e Ipanema, el nombre mismo está impregnado de pasión y magia, conjura imágenes de grandes virtuosos como Garrincha, Pelé, Zico, y se contonea majestuosamente al ritmo de la samba que retumba en los balcones y azoteas, mientras que a la distancia, el Corcovado y su Cristo gigante velan benévolos sobre esta hermosa ciudad hiperactiva y exasperante.

Brasil tiene más superestadios que cualquier otro país futbolístico de renombre (quizás con la excepción de la antigua Unión Soviética). En 1978 existían 27 estadios con cabida para más de 45,000 espectadores y cinco con lugar para más de 100,000 hinchas. Pero, a menos que uno sea un convencido paulista –es decir, habitante de la ciudad rival São Paulo–, la joya más preciosa de la corona es, indudablemente, el Maracaná, en la antigua capital Río de Janeiro.

Como la mayoría de las cosas en Brasil – particularmente Edson Arantes do Nascimento (Pelé, para usted y para mí)– el nombre Maracaná es un sobrenombre. Al inaugurarse el 16 de junio de 1950 fue llamado Estadio Municipal (Didí, un juvenil en ese entonces, marcó el primer gol). En 1964 cambió de nombre por Mario Filho, el fundador del diario Jornal dos Sports de Río. Sin embargo, los cariocas y todo el mundo lo llaman simplemente Maracaná, nombre que deriva de un pequeño río que corre en sus cercanías.

En los años cincuenta, el nuevo Maracaná era el estadio más atractivo jamás construido. Después de las agonías de la Segunda Guerra Mundial y la austeridad de los Juegos Olímpicos de 1948 en Londres, el Campeonato Mundial de 1950 en Brasil ofrecía la posibilidad de celebrar y demostrar que el Nuevo Mundo estaba en condiciones de poner algo en escena jamás antes presentado en Europa.

El estadio mismo fue construido en hormigón armado como un macizo óvalo de dos filas, dividido por un piso intermedio más pequeño de dos palcos abiertos. Las 34 filas traseras están circundadas por un techo encorvado, que en aquellas épocas era, con una extensión de 30 metros, la cobertura volante más amplia del mundo (el récord actual es de 58,5 m, el Old Trafford en Manchester).

EL POSEEDOR DEL RECORD

A pesar de que su capacidad actual sea oficialmente de 125,000 espectadores, el Maracaná mantiene tres récords de asistencia que no serán batidos jamás. 172,772 espectadores se congregaron el 16 de julio de 1950 para presenciar el encuentro entre Brasil y Uruguay (que fue efectivamente la final). Sin embargo, miles de hinchas más invadieron los portones de entrada, sumando finalmente un total de 199,854 espectadores (y quizás 205,000 tal cual dicen las crónicas de la época). Para la gran conmoción de los hinchas locales estrujados, Uruguay robó el espectáculo con la famosa victoria de 2 a 1. No obstante, el torneo confirmó al Marcaná como el estadio líder de la posguerra y los organizadores tuvieron al menos el consuelo de haber recaudado el ingreso récord de aproximadamente USD 1 millón en un solo partido.

El estadio mantiene asimismo el récord de un partido de club con 177,656 espectadores que asistieron al clásico entre Flamengo y Fluminese en agosto de 1963.

Sin embargo, esta cifra fue incluso superada en abril de 1990, cuando el antiguo Beatle Paul McCartney actuó con su nuevo grupo Wings en el Maracaná. La multitud de 184,368 no fue sólo tres veces mayor que en cualquier concierto de los Beatles (cuyo récord fue de 56,000 seguidores en el estadio Shea), sino que fue la audiencia más grande jamás registrada en un concierto de estadio.

MINI-HOSPITAL

Oficialmente tenía cabida para 125,000 personas sentadas y 30,000 de pie, pero el Campeonato Mundial demostró que la capacidad total llegaba a casi 200,000 espectadores. Los vestuarios subterráneos eran considerados extremadamente lujosos en ese entonces, con máscaras de oxígeno para los jugadores que sufrían de los efectos de la humedad. El suntuoso sector VIP tenía su propio ascensor – una verdadera novedad para esos tiempos. Había incluso un mini-hospital completamente equipado, varios restaurantes, un albergue con 130 camas, una zona de juego para niños y palcos separados para jugadores. Se había construido incluso una fábrica de helados.

Un aspecto que atrajo enorme interés por parte de los diseñadores de todo el mundo fue el empleo de un foso de hormigón de 3 metros de anchura y 3,5 metros de profundidad alrededor del terreno de juego. La finalidad era evitar que los hinchas invadieran el césped sin necesidad de tener que montar los típicos cercos obstructores tan comunes en el ambiente explosivo del fútbol sudamericano.

DOS AÑOS DE TRABAJO

Cabe mencionar también el avanzado sistema de iluminación del Maracaná. En 1950, el sistema de iluminación permanente se conocía principalmente en los estadios de Norte y Sudamérica. Por lo tanto, la FIFA prohibió el uso de las luces en el Campeonato Mundial como gesto de deportividad frente a los equipos europeos que tenían muy poca experiencia en partidos nocturnos.

No obstante, muchas cosas no funcionaron como deseado. Tras dos años de dura labor y enormes esfuerzos de última hora por pelotones de soldados, el Maracaná no estuvo listo para el partido de inauguración del Mundial el 24 de junio de 1950. Es así que la multitud de 81,000 espectadores tuvo que abrirse paso entre mampostería y polvo a fin de poder ocupar sus lugares en la ceremonia de apertura carnavalesca (que puso en escena juegos artificiales, 21 salvas de cañón y 5,000 palomas). Hubo también enormes disputas entre las autoridades de Río y la Federación Brasileña de Deportes en cuanto a la repartición de las entradas. Para poder pagar los gastos del estadio, se habían vendido unas 30,000 entradas, válidas para una temporada de cinco años, por la suma de ¡USD 400 cada una!

Después del Mundial, las obras de construcción continuaron por un período de 15 años antes de que se terminara definitivamente el complejo. La cuenta final ascendió a USD 10 millones, una suma exorbitante para aquellas épocas.

El Maracaná es más que un mero estadio de fútbol. En el mismo terreno se encuentra el Maracazinho (una cancha de deportes de sala), una pista de atletismo, una piscina, un velódromo y dos pequeñas canchas de baloncesto y tenis.

También Europa disponía de complejos similares en los años cincuenta, pero el Maracaná hacía gala de pasillos elevados intercomunicables, conexiones de transporte público y carreteras perfectamente planificadas, así como una uniformidad estilística que lo hacía verdaderamente innovador para esa época.

Simon Inglis, is a free-lance journalist and the author of several books about football, and well-known to readers of FIFA Magazine. He has written about the stadia used in the 1990 World Cup and the renamed "Stade de France" formerly Grand Stade, that will be used for the 1988 World Cup.
He has provided notes and impressions for the new series about the great stadia of the world. .


Durante los años de oro del fútbol brasileño, el Maracaná se convirtió en un templo nacional de adoración.

Lamentablemente, el tiempo no fue indulgente con el estadio. Al igual que muchas otras construcciones de hormigón del género, el Maracaná requiere un cuidado especial. Esto, combinado con una aguda falta de fondos, hizo que se tuvieran que clausurar algunos sectores, lo cual condujo a una continua reducción de su capacidad, la cual es actualmente de unos 125,000 espectadores.

La primera señal de peligro se manifestó en 1988, cuando se tuvo que cerrar el estadio durante dos semanas por reparaciones. En 1990 se volvió a clausurar tras registrarse ciertas vibraciones en la fila superior. En 1992 hubo asimismo un período de ocho meses de renovación tras la muerte de tres hinchas a causa del derrumbamiento de una grada.

Pese a esta condición de trastero, los cuatro clubes principales de Río continúan disputando sus partidos principales en el Maracaná. El Maracaná sigue siendo igualmente una de las atracciones turísticas favoritas de Río.

Pese a que su nuevo exterior azulgrana no pueda encubrir la necesidad de renovaciones más costosas, el Maracaná continúa siendo una de las grandes maravillas del mundo deportivo. El repiqueteo de sus tambores, el atronador clamoreo de los cariocas entusiastas y su impresionante vista lo diferencian de cualquier estadio renombrado del escenario futbolístico mundial.

Sería lamentable dejarlo en su estado actual. Pero remozarlo hasta un punto en que no pueda reconocerse sería también inconcebible. El Maracaná es realmente un icono del fútbol moderno. Algunos reivindicarían incluso que es su lugar de nacimiento.

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